Johanna Panebianco

Un año de pandemia: improvisación, errores y soberbia

En los últimos días todos los argentinos fuimos espectadores de uno de los errores más lamentables de la política: que el funcionario público, quien tiene la responsabilidad de gobernar, no comprenda la realidad que está viviendo el pueblo y decida avanzar con medidas intempestivas, independientemente si son o no las correctas.

Y eso estuvo pasando. Con un agregado: la constante obsesión del Gobierno Nacional y Provincial, de ponernos a nosotros, la oposición, como los culpables de todos los males que viven los argentinos, hasta de las consecuencias de una pandemia mundial y de las propias medidas que el Gobierno toma. 

¿Qué tan perdido hay que estar para creer que la sociedad está preocupada en los cruces políticos de uno y otros? ¿De verdad creen que en plena angustia y aumento de casos la gente tiene ganas de escuchar la constante condena al pasado? ¿Por qué termina siendo el relato más importante que los anuncios concretos?

Y si bien uno pensaba que el contexto y la terrible situación por la que estamos pasando, iba a ser suficiente como para cambiar esta estrategia, por el contrario, se recrudeció. Una vez más, luego de un año, vuelve el dedo acusador, vuelve la instauración del miedo como única herramienta para combatir el virus y vuelve la división. ¿Qué se aprendió en el medio?  Los argentinos muchas cosas, el Gobierno parece que nada. 

Por eso, más allá de la cantidad de evidencia sobre el nivel de contagiosidad en las escuelas, se decide nuevamente cerrarlas ¿Decisión basada en datos científicos? No. ¿Decisión política? Sí. 

Y ahí reside la bronca de la gente. Ahí se siente la lejanía de los dirigentes del momento que estamos pasando. Ahí está el mayor de los enojos. No se entiende cómo, a pesar de tanto sacrificio, se vuelve a caer nuevamente en los mismos errores, en las mismas formas y en las mismas acusaciones. 

Primero la responsabilidad era de los que viajaban, después de los que salían a correr o a disfrutar del aire libre, después de la Capital Federal, llegaron a decir que la culpa era pura y exclusivamente de los jóvenes, se la agarraron con los comerciantes y, como si no fuera suficiente, también apuntaron contra los médicos y enfermeros por “relajarse”. 

Por eso, realmente, lo que pasó la semana pasada fue todo lo que no tiene que suceder. En medio de la peor crisis económica y sanitaria del país, quienes deben conducir nuestros destinos han decidido privilegiar la pelea por sobre el consenso, los discursos por sobre el accionar, la ideología sobre el sentido común y la política sobre la gente. Tal vez por eso en todo este tiempo se han subestimado la mayoría de los 650 proyectos presentados por nuestro bloque en la Cámara de Diputados de la Provincia. 

Es ese encierro, ese individualismo y egoísmo, pero fundamentalmente, esa falta de diálogo entre el Gobernador e Intendentes o entre el Presidente y el Jefe porteño, o entre el oficialismo y la oposición, lo que dificulta que los funcionarios de turno tengan un correcto diagnóstico y comprendan lo que está sucediendo. 

A un año de la pandemia, lamentablemente la improvisación sigue preocupando y confundiendo, la soberbia nublando el rumbo y las sucesivas fallas condenando a los que menos tienen. Y a esta altura ya no hay más margen ni para volver hacia atrás ni para que el relato tape lo que le preocupa a la gente. Necesitamos, más que nunca, apertura, autocrítica y voluntad de diálogo para salir de uno de los momentos más difíciles que nos toca vivir a los argentinos. 

Johanna Panebianco – Diputada Provincial Juntos por el Cambio

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