Así como es relevante saber el diagnóstico, contar con datos precisos y conocer cómo se implementan las políticas públicas, también es vital que tomemos conciencia de qué hablamos cuando hablamos de Salud Mental.
Constantemente estamos leyendo o escuchando terminología del campo médico para describir situaciones, personas o cosas que nada tienen que ver con los problemas de Salud Mental. ¿Cuántas veces se habla de esquizofrenia para adjetivar una situación caótica, irracional o extravagante? ¿O cuantas veces se utiliza la palabra bipolar como sinónimo de un cambio repentino?
También nos podemos encontrar con frases y discursos de dirigentes nacionales (y no importa de qué sector o su recorrido político) utilizando palabras para catalogar a un partido o al que piensa distinto.
Estamos hablando de situaciones complejas, dolorosas, de realidades difíciles, de diagnósticos y tratamientos, pero que sin analizar el efecto de lo que se dice se anuncian livianamente.
Otro ejemplo, mucho más reciente y desafortunado, fue la del actual Gobernador utilizando el concepto psiquiátrico despectivamente, solo para desacreditar las consignas de las personas que habían participado de una marcha contra el Gobierno.
O lo mismo con la Ministra de Salud Nacional ¿Es correcto que la principal responsable del área diga y proyecte que todos vamos a tener consecuencias de Salud Mental sin luego decir cuál es el plan? Porque ahí también creo que está la responsabilidad, sobre todo, de aquellos que forman parte del Poder Ejecutivo.
Porque, más allá de las proyecciones o de la lectura de la realidad, justamente es el funcionario quien debe proveer las herramientas a la población en caso que, como asegura, la Ministra todos vayamos a tener problemas. Pero además lo grave es que se subestime esta situación, y este futuro.
En fin, si buscamos vamos a encontrar lamentablemente cantidad de frases desafortunadas o mal utilizadas que lo único que hace es seguir levantando barreras para que las personas con trastorno mental tengan las mismas oportunidades que el resto de la ciudadanía. Y justamente es desde el campo de la comunicación y la política que debemos luchar constantemente contra esta idea.
Sin dudas esta pandemia ha dejado expuestas varias cuestiones. Y una de ellas es la falta de conocimiento no solo de ciertos temas sino de lo que implica el correcto uso del lenguaje y de lo importante que es la palabra en los funcionarios públicos. Y la liviandad con la que se tratan estos temas desde la autoridad no hace más que replicar tabúes y prejuicios que alejan a las personas de poder tomar conciencia sobre la Salud Mental y, en consecuencia, pedir ayuda cuando se la necesita.
Debemos ser conscientes del lugar que ocupamos y la repercusión de lo que decimos. Más en este contexto donde todo se viraliza y en segundos llega a la gente. Convirtiéndose para algunas personas como la única verdad.
Debemos reflexionar cada vez más acerca de la capacidad performativa del lenguaje. Como sostiene uno de los informes que publicó el CELS en 2019 sobre los usos de categorías del campo de la salud mental con fines descalificadores: “mencionar estos términos significa y dota a lo nombrado de una existencia determinada, lo describe y define, lo ubica y posiciona en un lugar”.
Debemos ser conscientes que los usos de algunos términos y frases como maneras de adjetivar y de calificar pueden tener efectos estigmatizantes en las personas con padecimiento mental.
Y debemos desnaturalizar las formas en que nos comunicamos fomentando maneras respetuosas sin discriminación.
Johanna Panebianco – Diputada Provincial Juntos por el Cambio