La pandemia del COVID-19 transformó la forma de vida de todos, profundizando las desigualdades y poniendo sobre la mesa nuevas dificultades.
En ese sentido, durante un año en la provincia de Buenos Aires más de 4,7 millones de alumnos, debido al aislamiento social, preventivo y obligatorio, dejaron de ir a la escuela para explorar un nuevo formato de aprendizaje.
Durante todo ese tiempo sólo algunos de ellos comenzaron a recibir la tarea por WhatsApp, consignas a partir de un correo electrónico o clases virtuales a través de una pantalla.
Y digo algunos porque en esta Provincia hay un 13% de chicos y chicas que no tienen forma de acceder a Internet, un 22% que no tiene una computadora en su casa y casi un 20% que no tiene un celular propio, sino que lo comparte con sus padres y hermanos. Y si bien se intentó compensar esta diferencia con la entrega de cuadernillos, fueron insuficientes y su contenido, en algunos casos, discutido.
Durante todo ese tiempo (y ahora con las nuevas restricciones) cada uno de ellos vio vulnerado su Derecho a la Educación. Fue un año donde quedaron doblemente aislados: de la rutina que tenían y del acceso digital por la falta de conectividad.
Y, más allá de que durante la gestión pasada se cuadruplicó el despliegue de 4G, se aumentó la cantidad de hogares con internet y se mejoró la velocidad, aún persisten las desigualdades. Sobre todo, en los barrios más vulnerables donde escasean los recursos tecnológicos y el servicio se hace imposible de abonar.
Por eso, es fundamental que podamos garantizar la inclusión educativa digital y asegurar la continuidad pedagógica a través del acceso a internet para todos aquellos alumnos en situación de vulnerabilidad de escuelas primarias y secundarias de gestión estatal y de gestión privada mientras dure esta incertidumbre.
Ya tenemos la experiencia de lo que pasó durante el año pasado. Por eso resulta imperioso implementar herramientas que resuelvan la emergencia pero que también sirvan de cara al futuro. Se trata de dar respuestas hoy y sentar las bases también para lo que seguramente será la transformación de la educación en la Provincia.
Según el Observatorio de Argentinos por la Educación:
- 1 de cada 4 estudiantes de primaria de barrios populares abandonó la escuela durante la interrupción de clases presenciales en 2020, y de estos estudiantes, el 9,1% afirmó que no pretendía retomar sus estudios en el ciclo 2021.
- 6 de cada 10 familias consideran que sus hijos perdieron aprendizajes significativos durante el 2020.
- 9 de cada 10 alumnos de primaria necesitaron acompañamiento de un adulto en las actividades escolares durante la virtualidad.
Además, se profundizó la desigualdad ya que las instituciones privadas tuvieron un 80,5% de uso de plataformas de streaming/video para impartir clases virtuales, mientras que en las instituciones públicas ese número sólo alcanzó a 29,4% de los establecimientos.
A todo ello se suma el tremendo impacto que tuvieron estas decisiones en la salud emocional de los más chicos. En el último informe de UNICEF, más del 70% de los niños y adolescentes manifestaron estar preocupados o angustiados debido a esta situación.
Por eso, no es opción que aprender siga dependiendo de las condiciones materiales de cada hogar y de los elementos que se tenían a mano en el momento. Sin olvidar el enorme trabajo que están haciendo los docentes, madres y padres todos los días. Una vez más superando los obstáculos y adaptándose al nuevo contexto. Es este compromiso y esfuerzo el que debe ser también acompañado.
Si la educación es la principal herramienta igualadora de oportunidades, de lo que estoy convencida, más que nunca, es que el nuevo escenario exige que tomemos medidas rápidas. Pensando en el presente y en el futuro de aquellos que menos tienen en la Provincia.
Johanna Panebianco – Diputada Provincial Juntos por el Cambio